Tenías un nido en mi ombligo
donde acurrucar tormentas
y en vez de beber de mis labios
picoteabas mi cabeza.
Querías pagarme con verbos
que se te iban de la lengua
a enredárseme en los sueños
ácratas de la experiencia.
Dejaste las alas en deuda
pasando la capa de ozono.
Okuparon tu herencia: negligencia
por abandono.
Lluvia de fuego en tu paciencia
que no era nada más que cobardía.
Burlas, llamar cautela al miedo
y hablar de libertad con la desidia.