Me pregunto si los testimonos individuales de experiencias límite por conflictos políticos se ilcluirían dentro de la "historia de los vencidos". Se suele contraponer esta historia de los vencidos a la historia oficial recogida por profesionales con pretensiones de objetividad, que narran resúmenes de los acontecimientos que cambian el rumbo de las naciones. No se ha escrito ninguan historia universal de los vencidos, los humillados, y los costes de una transformación se reducen a su cifra. En este sentido, la historia de los vencidos pasaría a formar parte de lo que Hauelbach denominó la memoria colectiva, que sólo mantiene un recuerdo mientras permanece (y transmite) el grupo de individuos que lo vivivó.
Han muerto la mayoría de estas historias del recorrido de la humanidad, primero, porque el coste de plasmar cada letra en un soporte ha sido privativo durante siglos, segundo, porque los textos han sido objeto de persecución y censura hasta el día de hoy. Ambas causas responden a factores estrechamente relacionados con el modo de escribir la historia oficial, elitista, selectiva e inevitablemente ideologizada.
Este es el contexto en que se encuentra cada persona que necesita y tiene capacidad de relatar que estuvo en el otro lado, que tuvo personalidad la cifra que le asignan, que fue marioneta viviente de lo que ahora son museos (inertes) de los horrores.
A nivel individual, no es este en absoluto el problema más importante al que se enfrenta una víctima que se subleva como narrador. Tras resolver si expresarse o no, llega el cómo hacerlo.
El panorama de los soportes de testimonio es tam amplio como permiten las técnicas de comunicación.
Existe un receptor que necesita del realismo para comprender todos los datos que le puedan acercar a la empatía. El realismo funciona porque provoca un efecto de extrañamiento al presentarnos un objeto verosímil que, al introducirse en nuestra cotidianeidad, la desvirtúa, la fragmenta en perspectivas como un catalejo.
El realismo se nutre del referente, del espacio, de lo sensorial. Sin embargo, "no hay memoria del dolor" , dice Hernan Valdés, en Tejas Verdes, Diario de un Campo de Concentración en Chile. Cada vez que un individuo sufre un proceso traumático, la memoria disruptiva le salva la cordura, emborrona el hecho para que el individuo pueda continuar edificando e identificando su yo.
¿Qué ocurre entonces con la transmisión del conflicto?
Este pudiera ser el motivo de que muchos testimonios se plasmen mediante técnicas vanguardistas, surrealistas y todo tipo de focalizaciones.
Hace poco fui a ver una exposición abstracta agresiva que evocaba todos los motivos que pudiera yo tener poara sentir algo semejante. De no haber encontrado mis propias causas, habría reaccionado quizás con indiferencia o compasión, en vez de comenzar un proceso de concienciación y compromiso. Si, fuera de los lienzos, se me hubiese informado de antemano, la reacción habría sido diferente. Quizás por falta de conocimiento por parte del receptor, un arte abstracto descontextualizado sólo evoca, pero al mismo tiempo se podría considerar que cualquier técnica no realista es, paradójicamente, más fiel a la realidad de un trauma al que se le quitan los paréntesis de la corriente subconsciente, encarándolo, convirtiendo el tiempo presente en una actualización del pasado, con todos los impactos emocionales que implica reanimar un recuerdo doloroso, y con todos los impactos racionales de tener que asimilar todos los tiempos a la vez.
Este tipo de manifestaciones son amparadas por quien asume un compromiso ético, previamente o através de ellas, y consigue forjar redes en las conciencias colectivas que interseccionen e influyan en muchos o todos los terrenos que pisa cada individuo.
No es posible una historia universal de los vencidos por su cariz individual o grupal restringido, (muchas veces murieron todos los que habrían podido contarlo ), una historia que reniega del resumen y la convierte así en inabarcable, pero la retransmisión de estas experiencias puede ahora aprovecharse del auge de la Comunicación para crear una red lo suficientemente amplia en el tiempo como para que subsista más allá de la tecnología.
Gracias a Jaume Peris.
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