Fijo la frontera de mi piel en la piel ajena
y así me diluyo al tocar, desaparezco
y soy el beso que recibo, soy
el vello que se eriza al percibirme transparente.
Fijo la frontera de mis pies en la extensa tierra
y así me conquisto al andar, desaparezco
y soy el aire que respiro, soy
la huella que me olvida hasta que otro psisa indemne.
Fijo la frontera de mi ser en mi cabello,
largo, que cae de peso,
caerá de viejo y alguien,
que no podrá dejar jamás ahí su huella dactilar
apresará mis puntas
quizás para dormir, quizás
para seguir viviendo, y yo
entraré en él como entro en todo y todo
entra en mí, porque lo involuntario
es lo que más nos pertenece.
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