Al grano: las madres deberían recibir un sueldo como todos aquellos que se dedican a mantener nuestra querida sociedad actual.
Una mujer no quiere dedicarse hoy a ser madre hasta que ha pasado por el aro de la sociedad y, una vez dentro, puede reclamar (si coge aire suficiente) su derecho a dedicarse a ser madre por un tiempo.
Ese aro ha sido creado por y para hombres, y nosotras nos hemos incorporado tarde. No se cuántos siglos tarde. Un ejemplo fácil es que la edad perfecta de una mujer para empezar a reproducirse (como los cds, qué mal suena ya…) es cinco años después de la regla. Aproximadamente a los diecisiete años. Yo a los diecisiete estaba entre primero y segundo de bachiller. No me creo que hoy en día, por no se qué mutación genética, desde la primera regla hasta los treinta y pico – cuarenta años no se despierte el instinto maternal en el cuerpo femenino. Lo cierto es que no se le hace caso, que es necesario obviarlo, porque plantearse su existencia supone entrar en conflicto.
Pregunta inconsciente (sonrisa alelada): ¿Y si me quedase embarazada ahora?
Respuesta consciente (carcajada): ¿Ahora?
Digamos que nos toca renunciar a una parte de “ser mujer” debido al diseño cubista de la escalerita hacia el dinero. ¡Curvas no! Es el momento de plantear que, en este sentido, ser menos mujer no debe implicar ser más hombre, como una nueva especie de machas ibéricas, sino más persona. Está claro que ambos sexos nunca seremos iguales, pero por favor, tenemos que compartir un espacio.
Hoy, la tierra nos llora. A nosotras. Es necesaria nuestra intervención para conseguir un equilibrio, pero mientras tanto que no se nos reproche que renunciemos a traer demasiados niños nuevos a un mundo gobernado por adultos perdidos. Creo que la vida necesita una pausa hasta poner todo esto más en orden. Estoy absolutamente a favor del aborto, y no por ello deja de parecerme lamentable.
“Ni los animales lo hacen”, he leído hoy. Resulta que su selección natural funciona de un modo diferente a la nuestra. Para más información, observen.
Y a aquellos que, para más cojones, (sí, cojones, masculino, idea proveniente de los testículos) se manifiestan en contra del uso de preservativo, les contestaría, por darles con un canto en los dientes y que tengan que revisar su boca, a aquellos les diría que hasta cierto punto se puede ser capaz de renunciar a la penetración, pero no al sexo, y así no estaríamos poniendo en peligro ningún tipo de vida, y aún así, dentro de este arte, a cientos de técnicas las seguirían llamando pecado. No hay nada más antinatural que la castidad.
Radicalismos a parte, tampoco estoy satisfecha con el concepto de sexo que circula entre los nuevos (y no tan nuevos) saquitos de hormonas. Me niego a escribir ahora un manual sobre lo que es el cuerpo, hay ya cientos, desde hace siglos, desde oriente, pero debería saberse que hay placer más allá de un pene entrando en una vagina.
Tengo amigas que han follado como las que más y todavía no han tenido un orgasmo. Tengo amigas que no se masturban porque les da asco. No tengo amigas raras, tengo muchas, y me gusta escucharlas sin filtros de prejuicios.
He hecho una llamada al concepto de “persona” por un consenso en la estructura social. Acudo al mismo concepto por un comportamiento coherente en la cama. Ahora que alguien lo defina.
Hola Mechas! Es una entrada muy interesante, desde mi punto de vista personal me parecen muy respetable. Me alegro de haber entrado, aquí tienes un amiga, sí quieres...
ResponderEliminarUn beso!