Estoy intentando tener un hijo desde que me dijeron que se llamaría Kimi, nacería con rastas, taparrabos y sería el fruto de una pareja troglodíticamente feliz asentada en una cueva. A partir de esta noticia me dediqué con fervor a la cópula primitiva, por invocar la presencia física de este niño, que ha sido ya el centro de tantas carcajadas en las altas horas de mi cocina.
Hace exactamente un mes lo sentí dentro por vez primera, pero tanto oyó hablar de su espectacular infancia y de las dementes posturas de los adultos que se iban a encargar de él, que se asustó. Yo estaba sentada en el váter notando su miedo y haciendo fuerza para atraparlo en el útero cuando Kimi decidió, a tan temprana edad, que sólo el suicidio podía alejarle de nuestras esperanzas. Me sentí realmente frustrada como madre cuando vi a este proyecto de hijo teñir de rojo el agua del inhodoro. Avisé enseguida al padre, a quien afectó tanto este suceso como la muerte de Franco: Españoles, Kimi ha muerto.
Quince días después, cuando empezamos a sufrir que la crisis económica hiciera más difícil, no ya la cópula primitiva, sino los "encuentros amorosos" (cambio por mandato del público) de los futuros papás, empezamos a reconstruir el marco de la llegada de este nuestro Kimi: Yo iba a ser una madre catedrática, y él una estrella de la música, la habitación de Kimi tendría un techo de cristal en un ático impensable. Dinero, dinero, dinero.
Esta vez, la ansiedad de un niño caprichoso me golpeaba entre los ovarios. Intenté tranquilizarle, inculcarle, desde el comienzo, la paciencia como virtud, pero hoy su personalidad prematura se ha impuesto de nuevo. Vio su futuro tan sencillo y prometedor que se creyó antes de tiempo hecho y derecho. Consiguió visualizar, desde mis entrañas, la llegada a su cuarto, y pensando que ya había acabado el proceso de gestación, con las prisas, ha querido salir demasiado pronto y, de nuevo, Kimi se mató. Hoy.
Quería compartir con vosotros mi pesar por esta pérdida y espero recibir la compasión que merece una madre al concebir a un hijo tonto. Os suplico tres minutos de llanto silencioso. Por Kimi.
-A su delirante madrina (y al pobre padre)-
JAJAJAJ ME HE REIDO MUXO Y TAMBIEN ME HA GUSTADO MUCHO :) VISITA MI BLOGGGGGG
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